En México no hay plan.

El domingo por la tarde, el presidente anunció el plan económico de rescate por el Covid-19. Muchos mexicanos tenían la esperanza que la 4T se comportara a la altura de la situación y que de una vez por todas decretaran un plan de emergencia que brindara certidumbre y estabilidad al país. 

Lamentablemente el mensaje fue tan decepcionante que el precio del dólar se disparó hasta 25.71 pesos. En la conferencia no hubo nada nuevo, fue una mañanera más. Se reiteró la lucha a la corrupción y al sistema neoliberal, se comprometió a ayudar a los pobres y a bajarle el sueldo a funcionarios públicos. 

Como adolescente rebelde, Andrés Manuel López Obrador ignora a los expertos y decide continuar invirtiendo en “Pemex” y gastar en la construcción de Santa Lucia y el Tren Maya. Proyectos absolutamente innecesarios en este momento; postergarlos unos meses significaría un colchón en el presupuesto para invertir en infraestructura de salud.

Un plan a la deriva

A diferencia de muchos otros países del mundo, López Obrador dijo que no se incurrirá en endeudamiento público, tampoco se permitirán prorrogas del pago de impuestos o algún incentivo fiscal. El presidente parece no entender que apoyar fiscalmente a las empresas es la manera de estimular el empleo y el ingreso de los trabajadores.

El presidente presentó un proyecto de ensueño. Según el se crearán 2 millones de empleos en los próximos nueve meses por arte de magia; eso significaría crear 7,400 puestos diarios, acción prácticamente imposible con el estancamiento económico actual.

El sector empresarial se encuentra entre la espada y la pared, desamparado y apuntalado. Sin un plan contraciclico, el escenario para la economía mexicana se ve muy complicada. Una vez más se confirmó que el presidente no está a la altura de la situación. 

Aunque las intenciones de la administración sean buenas, lamentablemente los que más afectados se verán en esta contingencia son los más pobres. La economía mexicana entrará en una profunda crisis, la generación de riqueza y empleos se estancará y el gobierno no podrá solventar los programas sociales que tanto presume. 

El presidente tenía todo a su favor, era el momento para convocar a un acuerdo nacional para cuidar los empleos y el patrimonio de la gente. Pero por lo visto, es claro que no entiende la magnitud de la crisis y sus implicaciones sobre el nivel de bienestar de millones de familias.